Una ciudad digital está conectada a Internet y está dotada de plataformas tecnológicas para la gestión de la información y las comunicaciones que pueden permitir que los objetos se comuniquen a través de la Internet de las Cosas (IoT, por sus siglas en inglés). Por su parte, una smart city es un sistema complejo que utiliza infraestructuras digitales y de comunicaciones para gestionar sistemas como el control del tráfico, el aparcamiento, el alumbrado y muchos otros. Ambos conceptos están estrechamente relacionados: para ser «inteligente», una ciudad debe ser digital, ya que debe integrar las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) en sus redes, servicios e infraestructuras. Por tanto, una ciudad no puede ser «inteligente» sin ser digital. Al permitir recopilar y procesar enormes cantidades de datos e información, las plataformas digitales permiten, además, ofrecer nuevos servicios a los habitantes de las ciudades, así como nuevas funcionalidades para mejorar la gestión de los entornos urbanos y aumentar la calidad de vida.