La sostenibilidad social pretende causar un impacto positivo en las personas y en las comunidades locales. Por este motivo, es importante que las empresas puedan identificar el impacto que causan, lo que les permitirá actuar de manera adecuada. A través del enfoque de negocio proactivo, las empresas identifican la manera en la que su actividad impacta en sus empleados, en los trabajadores de la cadena de valor y en la comunidad local en la que operan. Las empresas que implementan esta estrategia comprenden y reconocen la importancia y el papel que sus actividades juegan en la comunidad local y en el tejido sociedad. Para empezar, se deben identificar y gestionar las consecuencias sociales que se derivan de las operaciones de una compañía para contribuir al bienestar de sus empleados, de sus clientes y de las comunidades locales donde están operativas. Antes nos concentrábamos en la sostenibilidad medioambiental y económica; sin embargo, hoy han cobrado protagonismo temas como el respeto por los derechos humanos y la seguridad de las personas. De hecho, aunque la protección de los derechos humanos de los ciudadanos sea una responsabilidad inherente a los organismos públicos, se espera que hoy las empresas cumplan con su parte para favorecer el bienestar de la comunidad local donde operan.
Básicamente, la responsabilidad social se transforma en parte de la estrategia central de la empresa cuando ésta tiene en cuenta la forma en la que sus actividades impactan a las personas.